Aprender a decir que no es todo un tema.
A veces podemos descubrirnos siendo demasiado complacientes, queriendo agradar y contentar a todo el mundo, haciendo favores todo el rato, dándole excesiva importancia a lo que piensen los demás… Estar ahí para los demás y ayudarles, si se hace tomando las decisiones de forma consciente es estupendo.
El problema es cuando hacemos esto de forma automática, sin cuestionarnos si verdaderamente queremos realizar esos favores, esas peticiones, o si nos estamos viendo en la dinámica de cubrir las necesidades de todo el mundo, dejando por ende a descubierto las nuestras propias.
Porque habrá veces en las que ambas cosas puedan coexistir, y sea compatible cubrir lo que me pides a la vez que lo que yo necesito. Pero sabemos que no es así siempre. Y es importante observar qué ocurre cuando decimos que no: ¿cómo reacciona la otra persona? ¿a qué estaba acostumbrada? ¿cómo me siento yo? ¿aparece la culpa? Y sobre todo, ¿a qué renuncio si digo que sí a esto?
Decir que no es una de las formas más básicas y necesarias para tener una buena relación contigo. Es una forma de cuidarte, de conocerte y de saber cuáles son tus límites, deseos y necesidades.
Esto no quiere decir que haya que empezar a decir que no a todo por sistema, pero sí te sugiero que antes de decir que sí dejándote llevar por la inercia, le des una vueltecita, y observes qué es lo que hay detrás.