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Cómo gestionar las discusiones de pareja

Aquí os dejo un artículo que escribí para la revista Malicieux Magazine 🙂 

Es un hecho que actualmente casi el 50% de parejas que deciden casarse, se acaban divorciando. ¿Qué estamos haciendo mal? Probablemente se trate de una mala gestión de la comunicación.

 

Cuando comienzas una relación de pareja lo último en lo que piensas es en que la cosa se puede torcer. Es totalmente razonable teniendo en cuenta que si iniciases cualquier proyecto vital creyendo que todo va a ir mal y va a ser un fracaso, directamente, no lo iniciarías. El estado de enamoramiento es realmente un estado temporal de comportamiento obsesivo, ya que como bien dicen numerosas canciones: “No puedo parar de pensar en ti”, y esto se traduce en unos desniveles bastante considerables en ese neurotransmisor tan querido como es la serotonina, ya que estos niveles bajan tanto que adoptamos un estado ansiógeno y obsesivo casi permanente durante la fase de enamoramiento, que puede llegar a alargarse hasta un año.

Bien, pero, ¿qué sucede cuando termina esa fase? Pues que entramos a otra totalmente diferente, en la que vamos conociendo también los defectos de esa persona y somos algo más conscientes y objetivos sobre la relación, sobre nuestra pareja y, en algunas ocasiones, sobre nosotros mismos. Que la fase del enamoramiento haya finalizado no es una mala noticia.

De hecho, si nuestro cerebro tuviese que continuar durante más tiempo en ese estado ansiógeno y obsesivo supondría un gasto energético enorme, y esto nos limitaría bastante. En esta nueva fase comúnmente conocida como “amor compañero”, ganamos objetividad y reducimos un poquito el nivel de idealización hacia la otra persona, algo que es totalmente necesario para dar paso a una fase de mayor estabilidad y equilibrio.

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Sin embargo, también es cierto que en esta fase es cuando comienzan a darse la mayoría de los problemas, al igual que la mayoría de las satisfacciones, sabiendo que podemos ser nosotrxs mismxs con la otra persona y que tenemos una buena base de confianza que nos lo permite. Ya no vemos a nuestra pareja como ese ser tan sumamente perfecto, sino que empezamos a tomar conciencia de sus debilidades y carencias, a la vez que también comenzamos a ver las de la propia relación como tal. Te comienzas a plantear, ¿quién lleva realmente los pantalones de la relación? Esa cuestión que tanto daño ha hecho.

O, cuando tenemos una discusión (algo totalmente normal y de hecho necesario), ¿normalmente quién se acerca con mayor frecuencia a disculparse? ¿Quién da habitualmente su brazo a torcer? ¿Acaso uno de los dos miembros de la pareja acude siempre a pedir perdón al otro aunque no sienta que debe hacerlo? Comenzamos a hablar entonces de esa famosa guerra de orgullos, de a ver quién puede más, de a ver quién aguanta más tiempo sin articular palabra.

Y es que, sin intención de caer en el pesimismo, es un hecho que actualmente casi el 50% de parejas que deciden casarse, se acaban divorciando. ¿Qué estamos haciendo mal? Probablemente se trate de una mala gestión de la comunicación y de la resolución de conflictos. ¿Qué podemos hacer ante este tipo de situaciones? Aquí os dejo algunas recomendaciones para llevar a cabo una buena resolución de conflictos:

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Mide tus palabras. Esto es algo que se escucha mucho por ahí, pero que realmente no nos aplicamos tanto como deberíamos. Y es que en muchos casos por estar muy acalorados discutiendo hemos acabado diciendo cosas que no pensábamos y que difícilmente se van a borrar de la mente de la otra persona. Si bien es cierto que los actos tienen un valor indescriptible, nunca subestimes el valor de las palabras y lo mucho que pueden llegar a marcar, tanto para bien como para mal.

No tomes decisiones en caliente. En determinadas discusiones y dependiendo del nivel de intensidad, a más de unx se nos ha llegado a pasar por la cabeza “¡Pues lo dejamos!” algo que una vez transcurrido el momento de intensidad emocional no querríamos proponer ni de lejos. Pero es que cuando se habla desde la ira y desde el dolor se pueden llegar a plantear cosas que realmente ni se piensan ni se desean, y que pueden acabar derivando en decisiones bastante desacertadas de las que luego arrepentirnos.

Tiempo fuera. A muchas personas les sienta bastante mal que en mitad de una discusión nos retiremos, pero realmente es una de las cosas más inteligentes que podemos hacer para evitar caer en las dos situaciones que hemos comentado más arriba (sin tampoco dejar a la otra persona con la palabra en la boca). El alejarte de la discusión te ayuda a tener más perspectiva y adoptar cierta distancia desde la que verlo todo con más claridad.

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Trágate el orgullo cuando sea necesario. Todxs tenemos nuestra pequeña parcelita de orgullo y amor propio. Eso es así. Lo complicado viene cuando necesitamos tragárnosla un poco para poder restaurar la armonía en la relación. Y es que si hemos metido la pata, está muy claro, aunque sea difícil, nos toca acercarnos y disculparnos.

No te vayas a la cama enfadadx. Parece una tontería pero mi recomendación es que evites esto si es posible. Discutir justo antes de dormir hace que te acuestes y te levantes con un estado emocional bastante negativo y esto a su vez repercute en la forma de ver y procesar las cosas.

Seguro que se me quedan en el tintero más recomendaciones, pero creo que las más importantes ya están plasmadas en este artículo. Espero que os haya resultado útil. Estoy segura de que si no todas, casi todas ya las conocíais, pero siempre viene bien refrescarlo un poquito y por supuesto, pasar de la teoría a la práctica!

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