Aquí os dejo un artículo que escribí para el blog de Inmertec
A menudo observamos en nuestro entorno personas que están pasando por situaciones difíciles, complejas, y que a pesar de las circunstancias, se muestran fuertes, autosuficientes, luchadores…”resilientes”. El término resiliencia se define como la capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas.
Sin embargo, no todo el mundo tiene la capacidad de afrontar los problemas de forma resiliente. Si bien la resiliencia es algo que se entrena, no es tan sencillo como por ejemplo, sentir pena de nosotros mismos.
Cuando hablamos de este sentimiento de pena sobre el propio ser, nos referimos al victimismo que adoptan muchas personas ante una crisis o una situación complicada. Todos conocemos a alguien a quien tildamos de ser demasiado dramático, o quien parece que siempre se posiciona como la persona que tiene la situación más compleja, o quien tiene más razones para encontrarse mal.
Además, la persona victimista, en ocasiones actúa minimizando los problemas de los demás, y engrandando los suyos propios. Carece de empatía en esos momentos y de la capacidad de relativizar aquello por lo que está pasando. Además, es muy común que utilice las dificultades que está viviendo para justificar determinados comportamientos o conductas que pueden ser dañinas o dolorosas para las personas que le rodean.
Otra característica común, es un diálogo permanentemente pesimista, tanto es así, que en ocasiones este tipo de persona sufre el aislamiento del entorno, pues los amigos que habitualmente querían verle y quedar, empiezan a cansarse de que todos los temas de conversación giren en torno a sus problemas, y que en determinadas ocasiones, cuando alguien habla de un problema suyo personal, el victimista automáticamente lo compare con sus problemas, restándole importancia o haciendo que la conversación gire en torno a él, una vez más.
Sin embargo, no hay que confundir el victimismo con la autocompasión. Desde la perspectiva del Mindfulness, sentir compasión hacia uno mismo, hace que seamos más indulgentes con nuestros propios errores, que aprendamos a perdonarnos, y a aceptar que no siempre vamos a tomar las mejores decisiones, o a actuar de la manera más correcta.
El mindfulness aboga por una mirada de compasión hacia el otro, y por supuesto, hacia uno mismo. Esto no debe confundirse con el victimismo, pues se mueve desde una perspectiva muy diferente, ya que esta autocompasión nos permite responder a nuestros sentimientos de culpa y de desesperación con amabilidad y comprensión, como si estuviéramos tratando de comprender la frustración que nos cuenta un ser querido que se machaca a sí mismo por no haber sido capaz de actuar de determinada manera.
Tener (auto)compasión significa desarrollar la capacidad de comprender y empatizar con los propios errores, en lugar de juzgarlos severamente. Por esto se aplica tanto a las personas de nuestro entorno, como a nosotros mismos. Siguiendo este modelo, no nos convertimos en víctimas, sino en responsables de nuestros actos, siendo conscientes totalmente de ellos, pero observándolos desde el respeto y el afecto hacia uno mismo.
Esto implica ser más tolerante cuando te enfrentas a tus propios errores y dramas, y reduce el nivel de perfeccionismo, pues esta perspectiva se basa en aceptar que no sólo vas a cometer errores, sino que vas a aceptarlos sin juzgarte, y a aprender de ellos para actuar de una manera distinta la próxima vez.
Al tener compasión por ti mismo, estás aceptando tu humanidad. Esto no quiere decir que victimicemos y estemos constantemente recreándonos en nuestro sufrimiento y haciéndonos ver lo triste que es nuestra vida. Todo lo contrario. Quiere decir que debemos responsabilizarnos de nuestros actos desde una perspectiva de cariño y amor propio, en el sentido más humilde de la palabra.
Por lo tanto, no debemos silenciar nuestra autocrítica, pues tiene una función muy importante para saber detectar en qué cosas debemos seguir trabajando. Quiere decir que, tras haber analizado la situación y habernos “autocriticado” saludablemente, debemos tratarnos con la misma comprensión y la capacidad de perdonar con la que nos trataría alguien que nos quiere mucho.